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El inquilino...

 
Post #1


El inquilino...(Gracias Testa...)1970EL INQUILINO?Vivía toda la familia (dos hermanos, una hermana, sus padres y él) en un viejo caserón que se decía en tiempos fue un palacete. El caserón, a la sazón, necesitaba de un sinfín de apaños que nadie acometía, como el resto de las casas de ese barrio popular en el que vivía el vivaracho Toño.A sus catorce años sólo pensaba en jugar al fútbol y en cascársela un día sí y otro también. Su madre le había pillado una vez en acto tan lascivo y le dio una bofetada. Luego le hizo prometer que no lo haría más y que se confesaría esa misma tarde.Dijo a todo que sí y se marchó a la parroquia a confesarse.Mientras esperaba a que monsén Camilo le diese luz verde para el confesionario, se entretuvo viendo un enorme cuadro barroco donde unos forzudos con taparrabos crucificaban bocabajo a un anciano de barba cana pero de cuerpo también bastante macizo y de desnudez tan sólo cubierta por un accidental trapo que salía de no se sabe dónde. Cuando pensaba en ese cuadro, a Toño se le ponía tiesa.Monsén Camilo le llamó al fin.-¿Qué has hecho esta vez, Toño?-Jugar.-¿Jugar con qué?-Pues con un juguete.-Toño, dime la verdad, que tu madre luego me lo cuenta.- Hago cosas con mi cosa.-Pues no lo hagas más o te quedarás tísico y tonto.-Me da mucho gusto.-Es pecado, Toño. Irás al infierno.Toño se sobrecogió.-¿Qué hay en el infierno, monsén?-Gente mala.-¿Cómo de mala?-¿Has visto el cuadro con esos hombres que están haciéndole daño al santo?-Sí.-Pues así son los que hay en el infierno. De modo que si no quieres pasarte la eternidad con hombres como esos, no te vuelvas a tocar. Y ahora me rezas siete padres nuestros, siete avemarías y una salve.Toño salió de la iglesia con una inquietud: resulta que si se mataba a pajas, acabaría rodeado para toda la eternidad de hombres como los del cuadro. La idea le asustaba y le excitaba a un tiempo.Esa misma noche soñó que esos hombres del cuadro le cogían en la oscura escalera del caserón donde vivía su familia y se lo llevaban a un lugar apartado donde lo desnudaban y le obligaban a tocarles sus grandes vergas. Eran feos y fuertes, se burlaban de todos los santos y blasfemaban sin parar. Toño se despertó asustado y con la polla tan dura que hasta le dolía.Para colmo de males, en el colegio, en clase de religión, les hablaron de un personaje: Santo Dominguito de Val, el monaguillo que entregó su vida antes de permitir que los paganos mancillasen las formas sagradas que transportaba de una iglesia a otra. Al tierno monaguillo lo agarraron, lo vejaron y acabaron crucificándolo. No estaba muy claro quiénes habían sido los autores de tan salvajes acontecimientos, pero Toño les otorgó de inmediato un rostro y un cuerpo: se trataba de los mismos malvados del cuadro de la iglesia que, sin la menor duda, los tenían los paganos para que diesen cumplida cuenta de todo cristiano chulito que se les cruzase en su camino.Se preguntó Toño si todavía existirían por el mundo malvados de esos y que si él se metía a monaguillo y se dedicaba a trasladar sagradas formas de un lado a otro, no terminaría por toparse con algún ?bestia? de esos.Así transcurría la vida de Toño, entre fantasías sexuales con malvados torturadores, masturbaciones diversas, juegos con los amigotes del barrio y las clases de la escuela que ya se le terminaban y sus padres no sabían si pasarlo a un instituto o si ponerle a trabajar de ayudante en alguna tienda, bar o cualquier otro negocio donde aprendiera un oficio.Esa primavera, Toño se cruzó por las escaleras con un hombre: al verlo, el chico pensó que sus fantasías se iban a hacer realidad en ese mismo instante porque el sujeto en cuestión era clavado a los del cuadro de la iglesia: feo, fuerte y con cara de malas pulgas.Sin embargo Toño vio cómo el hombre, tras un lacónico ¡hola!, pasaba de largo sin prestarle más atención.Curioso, aguardó hasta ver que su fantasía encarnada llamaba a la puerta del segundo piso y que le franqueaban el paso.En el segundo vivía doña Engracia, la viuda de militar chusquero a la que le había quedado una pensión de mierda y que de vez en cuando alquilaba una habitación a algún paisano del pueblo de su difunto que se había venido a trabajar a la ciudad.Esa misma noche, Toño se cascó una buena paja fantaseando con su nueva fuente de inspiración: el inquilino de doña Engracia.El susodicho le esperaba a la vuelta de una estrecha calle donde una miserable antorcha al borde de la extinción era toda la luminaria que se ofrecía a los viandantes.El portaba con la mayor de las devociones y el más rotundo de los celos, las sagradas formas; vestía el consabido sayal propio de los monaguillos. Y de repente, aparecía ese hombre malvado salido de un hueco oscuro que de seguro comunicaba directamente con las entrañas del infierno.Sólo llevaba un taparrabos por toda vestimenta; poseía un cuerpo musculoso y de un vigor aterrador. Sonreía con lujuria, los huevos le asomaban por un lado del taparrabos.-¿A dónde vas Toñito?-A entregar el Cuerpo de Cristo.-Dámelo.-Sobre mi cadáver.-Si te opones, te desnudaré, te obligaré a que me hagas una buena paja, haré que me la chupes, me correré en tu boca y después te daré por culo hasta reventarte.-Pues me opongo.Y acto seguido el malvado, sacándose la polla de dimensiones colosales, le sometía a todo el catálogo expuesto.Pero a pesar de lo que disfrutaba con sus fantasías, el chico no estaba muy conforme con que sólo fueran fantasías. Y en su espíritu ya fraguaba la idea de que todo el tumulto de sus deseos se concretara en el mundo real.Cada día esperaba a que el inquilino de doña Engracia volviera del trabajo; se hacía el encontradizo con él y le saludaba tratando de ser simpático. Pero los nervios le podían y todo quedaba en un opaco ?buenas tardes? al que el hombre respondía en el mejor de los casos con una somera sonrisa.Pasaban los días y Toño caía en una melancolía causada por la frustración de un deseo que se veía cada vez más inalcanzable.Hasta un atardecer de finales de abril, tras un día caluroso que avanzaba las buenas temperaturas del verano; se encontraba Toño asomado a la ventana del pasillo de su casa mientras jugaba con una cuerda a m*****ar al gato de la vecina de abajo. Afanado en ese menester, vio que la ventana del baño de doña Engracia se abría. Desde donde se encontraba divisaba perfectamente lo que ocurría en el interior.Y lo que ocurría era que el inquilino, empezaba a desnudarse para la ducha.Primero se quedó en camiseta de tirantes, con unos brazos fuertes surcados de gruesas venas; después se quitó los pantalones y quedaron al desnudo dos piernas musculosas y velludas que al niño le parecieron portentosas. Se bajó los calzoncillos de espaldas, con lo cual Toño lo primero que vio fueron las nalgas del hombre, las primeras nalgas de un hombre desnudo que veía en su vida. Su cosa se puso de inmediato completamente dura.El hombre, también se quitó la camiseta de espaldas, mostrando el radical contraste entre sus brazos bronceados por el trabajo a la intemperie y el resto de la piel de un blanco lechoso. Toño se quedó con las ganas de verle el sexo porque el hombre se metió en la ducha y quedó fuera del campo de su visión. Sí que le escuchó canturrear bajo el chorro de agua una canción de Manolo Escobar, un ídolo por aquel entonces de la clase obrera y campesina.Toño esperó impaciente a que el inquilino terminara. En menos de diez minutos ya estaba otra vez en su campo de visión secándose enérgicamente con una toalla algo raída.Y llegó el gran momento cuando el trabajador se dio la vuelta y mostró su polla y sus huevos plantados en ese bosque peludo de la entrepierna.También era la primera vez que el chico veía los genitales de un hombre adulto. El corazón galopaba en su pecho a una velocidad alarmante. Había perdido toda noción del tiempo. Para él sólo existían las manos del re inquilino secándose el pollón, descapullando tan hermoso cipote para asegurarse de que todo él quedaba completamente limpio. Y tanto lo limpiaba y meneaba que el instrumento creció aún más con la acción.Tan concentrado estaba en esa parte de la anatomía del nuevo vecino que no se dio cuenta de que el hombre le estaba mirando.-¿Qué haces, mocoso?La voz del inquilino le sacó de su ensimismamiento. Los ojos de los dos se cruzaron en una mirada rápida y Toño se escabulló como un ratón asustado.Se refugió en la habitación de planchar, una alcoba sin ventana donde se acumulaba ropa ya lavada, una máquina de coser y una cama plegable para cuando venían visitas y pernoctaban en la casa.Atemorizado, estuvo esperando el desastre: que llamasen a la puerta para pedir explicaciones sobre las aficiones del niño a espiar por la ventana cómo se duchan los vecinos.Esperó cinco, diez, quince minutos?hasta que su madre le llamó a gritos para que se sentase en la mesa para la cena.Por el momento, se había salvado.Dos días transcurrieron en la vida de Toño en un sin vivir hasta que se convenció de que nadie iba a llamar a la puerta para denunciar su fea costumbre de espiar. Y al cabo de otro par de días más ya estaba de nuevo en la ventana del pasillo de su casa esperando que el inquilino de doña Engracia se duchara.Y el hombre no le decepcionó. En la hora prevista se entreabrió la ventana del baño de doña Engracia y Toño pudo espiar por segunda vez cómo ese hombre rudo se quitaba la ropa y después desaparecía del campo de visión y entonaba otra de Manolo Escobar mientras se duchaba.Toño cerraba los ojos y se imaginaba que era el agua que caía de la regadera sobre el pecho peludo , o sobre su vientre y nalgas?o sobre la verga. ?¡Oh, sí, quién fuese el agua que resbala por su verga y huevos!?El hombre salió de la ducha y se puso otra vez en su campo de visión. Le vio secarse enérgico, como si se fuese arrancar la piel. Se destacaban las venas de sus manos y brazos mientras se frotaba. Toño miraba los suyos y no veía venas iguales por ningún lado.El momento culminante llegó cuando empezó a secarse sus partes. Meneo va, meneo viene a esa miembro gordo y largo, una polla igual que la que tenían los malos del cuadro de la iglesia (o eso creía él en su fantasía).Tan ensimismado se encontraba Toño con la visión que volvió a no darse cuenta de que el inquilino también le observaba mientras se tocaba. Y que en esta ocasión, lejos de llamarle la atención, se tocaba con descaro hasta que el grueso cipote se estiró en toda su dimensión y levantó hacia el techo su cabeza entre rosada y encarnada.El vivaracho Toño, sin poder remediarlo, se metió la mano en el pantalón y comenzó a jugar con su juguete favorito, el mismo sobre el que le advirtió monsén Camilo.Por un momento, el zagal fijó sus ojos en el rostro del hombre y encontró que éste también le estaba mirando.Al principio le asustó el contacto visual, pero Toño no era cobarde y le mantuvo la mirada.-¿Toño, qué estás haciendo?La voz de su madre le sobresaltó. El inquilino, que también la escuchó, cerró rápidamente la ventana del baño.Esa noche, el chaval se tuvo que cascar dos buenas pajas de tan excitado como se había quedado.¡Ay, el demonio del deseo, ya prendido en el corazón de Toñito! No sabía si darle gracias al cielo por haberle colocado a un hombre como aquél tan a tiro. Pero se decía que quizás no estaba bien agradecer a los santos que se hubiera topado con uno de esos torturadores como los del cuadro.Al final tanta controversia se decidía a favor de ?los malos? y Toño terminaba por dar gracias al infierno por enviarle a uno de sus moradores para probar de lo que eran capaces.Con dominio de sus nervios, que no eran pocos, Toño esperó al día siguiente sentado en la escalera del caserón a que el inquilino volviese del trabajo. Hacia las siete de la tarde se oyeron pasos por la escalera. Toño venció la tentación de salir huyendo y se mantuvo sentado en uno de los escalones con la cartera del colegio a sus pies.A los treinta segundos tuvo frente a él al inquilino. Se miraron.-¿Qué haces, mocoso?Toño se encogió de hombros.-Me gusta Manolo Escobar ?es todo lo que se le ocurrió.-¿Aún vas al colegio?-Acabo este año.-¿Y vas a trabajar?-Supongo.El inquilino avanzó hasta situarse a corta distancia de Toño.-¿Ya te sale barba?-Muy poca.El inquilino se le aproximó aún más y le preguntó en tono secreto:-¿Y leche? ¿Ya te sale leche?El colegial se puso completamente colorado.-Muy poca ?contestó con la voz cohibida.El inquilino le acerca su áspera mano derecha a la mejilla y se la acaricia.En ese momento se oyó abrirse la puerta de una vivienda. El hombre continuó su camino y tras llamar al segundo, se metió en la casa de doña Engracia.Toño subió también a su casa y tras coger un trozo de pan y una porción de chocolate Elgorriaga, se asomó a la ventana del pasillo a la espera de que comenzara el espectáculo de la ducha. Pero esa tarde el espectáculo, para su desesperación, no aconteció.El domingo por la tarde, hacia las siete y media, algunos chicos del barrio se intentaron ?colar? en el bar de la esquina para ver el partido de fútbol que se televisaba. Las televisiones eran un bien escaso en aquellos tiempos y los bares aprovechaban para hacer caja con los acontecimientos deportivos y taurinos.El dueño del bar, en cuanto detectó a la chiquillería intrusa les mandó que se marcharan. Toño se encontraba entre ellos. Pero cuando salía resignado del bar, una mano le detuvo.-¿Quieres una coca-cola?El inquilino le miraba.Toño asintió y le sirvieron el refresco. Se sentaron en sendas sillas a la espera de que el partido comenzase. Apenas hablaban. Pero Toño notó que la pierna del hombre tocaba la suya. De inmediato se le puso dura.Entre el griterío propio de goles que se fallaban, jugadas polémicas o berridos de alegría por el tanto marcado, pasaron los minutos. Toño seguía el encuentro, pero estaba mucho más atento a que su pierna no perdiese el contacto con la del inquilino.Y llegó el descanso.-¿Te gusta el fútbol, eh?-Mucho.-¿Quieres otra coca-cola?-No, que después no duermo y mi madre se enfada.-¿Y qué haces cuando no duermes?-Me la casco ?contestó Toño arrepintiéndose al momento de lo que había confesado.El inquilino miró hacia un lado y otro por ver si había curiosos siguiendo lo que hablaban.-Yo también me la casco ?dijo el hombre bajando la voz.-¿Y es malo cascársela? monsen Camilo dice que me quedaré tísico y tonto.-El tonto es el monsen Camilo ése.El hombre apuró su copa de coñac y añadió:-¿Quieres que nos la casquemos juntos?Toño asintió con la cabeza sin pensárselo siquiera.-¿Y se te ocurre algún sitio donde estemos tranquilos?-La bodega.La bodega era el nombre genérico que le daban los habitantes del vetusto caserón a los sótanos, una red de galerías a la que casi nadie bajaba.Toño y el inquilino descendieron por las angostas escalinatas iluminados por la luz de un cabo de vela que se guardaba a la entrada de la bodega ya que sólo había instalación eléctrica a la entrada. Después, las tinieblas.Se respiraba un aire frío y viciado. Vieron una rata huir de sus pasos. Pasaron por una puerta de barrotes de metal que recordaba a las de las mazmorras. Finalmente se pararon cuando consideraron que ya estaban lo suficientemente alejados y que nadie les m*****aría. Las paredes de adobe sin enlucir estaban cubiertas de suciedad polvorienta. Dejaron la vela en un hueco de la pared parecido a una hornacina.A Toño le palpitaba el corazón a mil por hora.-¿Te gusta mirarme?-Sí -contestó el zagal.El inquilino empujó ligeramente al chico contra la pared. Le desabrochó la camisa y le pasó sus curtidas manos por la piel suave que ya apuntaba una vellosidad oscura sobre el esternón.Toño posó sus manos en la entrepierna del hombre y palpó el abultamiento que destacaba debajo.-¿Quieres tocármela?-Sí.-Sácala.Toño, nervioso, desabotonó el pantalón de domingo del rudo trabajador. Lo bajó ligeramente. Unos calzoncillos blancos y sin marca sujetaban la polla del hombre. El chico quiso saborear el momento y apretó el bulto. El inquilino suspiró satisfecho.El adolescente separó la tela de la ropa interior y descubrió la polla que tanto había admirado en la distancia. Apresó el glande entre sus manos y lo acarició. Una gota translúcida asomó a la punta.-¿Eso es leche? ?preguntó ingenuo.-Aún no. Pero está bueno. ¿Quieres probarlo?-No sé.El inquilino le cogió el dedo índice de la mano derecha y lo pasó por la gota impregnándolo.-Chúpalo.Toño obedeció.-¿Te gusta?-No sé.El inquilino desabrochó los pantalones cortos del adolescente y se los bajó junto con los calzoncillos hasta los tobillos. La polla de Toño era un trocito de carne endurecido y palpitante que apenas descapullaba. Se la tocó.-Cuantas más pajas te hagas, más te crecerá.Y le masturbó bajándole el prepucio hasta que el glande del chico quedó al aire enrarecido del sótano.-Agárramela también y hazme lo que yo te hago.Toño obedeció. Se apoderó de él una sensación completamente distinta a las que había experimentado hasta entonces. El inquilino sabía tocarle y darle el mayor de los placeres.De la polla del hombre empezó a escapar un continuo del líquido transparente que manchaba la mano del chico.-¿Te gusta?-Mucho.-Anda, chúpate la mano; quiero ver cómo te tragas lo que me sale de la verga.Toño se afanó en la labor. El hombre le premiaba el gesto meneándole más rápido su juguete favorito hasta ponerlo al límite.-Pare, por favor ?le imploró- o voy a correrme.-No pasa nada si te corres. Volvemos a empezar y tan tranquilos.-Quiero ver cómo le sale la leche.-Ya llegaremos a eso. Ahora quiero que te pongas de rodillas.Toño obedeció. El miembro del hombre le quedaba frente a la boca. Con las manos jugueteó con esos cojones gruesos y pesados que le colgaban a ambos lados de la verga. Le encantaba que hubiera tanto pelo ahí.-Ahora vas a chuparme el nabo como si te comieses un helado.Toño sacó la lengua y la pasó por la carne excitada del hombre. Olió el aroma a polla y semen. Lentamente se dejó llevar y terminó por meterse en la boca el glande entero.-Así, chavalín, así. ¡Qué gusto me das!El rudo trabajador se abandonó a tanto placer y empujó su rabo contra la boca de Toño. A éste se le hizo difícil respirar.-Perdona, chavalín, pero me gusta tanto lo que me haces que me emociono. Anda vuelve a metértela en la boca; te prometo que no apretaré tanto.Y Toño se introdujo otra vez la supurante verga en la boca, hasta que éste se la tuvo que sacar a toda velocidad.-Si no te la saco, me voy.Y lo levantó del suelo, le pasó las recias manos por la entrepierna, le sobó las nalgas y le buscó la entrada del culo. Apretó el cuerpo del chico contra el suyo, estrechó su buena verga contra la piel desnuda del adolescente. Y entonces le plantó los labios en la boca.Toño sufrió la aspereza de la barba del hombre contra sus labios tiernos e imberbes. De manera intuitiva, abrió la boca y dejó que la lengua de ese viril hombre entrase en contacto con la suya. Su aliento sabía a coñac. La fuerza del empuje del obrero le clavaba contra la pared. Meneaba sus caderas y su polla resbalaba sobre el vientre del muchacho.-No puedo más. Me voy a correr.Y separándose levemente del chico, soltó tres buenos chorros de lefa que se desparramaron por el cuerpo del adolescente desde el pecho hasta las ingles.Tomando parte del semen, el obrero se la meneó al chico. Este no tardó ni veinte segundos en correrse expulsando un líquido semitransparente e inmaduro entre espasmos.Al terminar, el hombre le ofreció un pañuelo para que se limpiase.-¿Te has divertido?-Mucho.-¿Quieres que lo hagamos más?Toño asintió.Una vez preparados y con la vela al límite, iniciaron el camino de vuelta.-Un día te haré algo que te dará más gusto que nada.-¿Y eso que es?-Te follaré. Y ya verás qué gusto te da.-Entonces ¿esto que hemos hecho no es follar?-No, hijo, no. Follar es otra cosa. Ya te enseñaré qué es follar.Llegaron a la salida de la bodega.-Espera ?le dijo el inquilino.Toño se detuvo. El hombre apagó el cabo de la vela. Se intuía la luminiscencia que provenía del portal del caserón.Tomó a Toño entre sus fuertes brazos y le besó. Toño se dejó invadir de nuevo por el sabor áspero a coñac y el roce de la barba en sus labios.-Volvería a empezar ?le dijo. Y con una mano le llegó hasta las nalgas y le acarició la entrada del culo.-Te voy a dar mucho gusto, ya verás.Por fin, salieron de la bodega.El inquilino llamó a la puerta de doña Engracia y Toño a la suya.Esa noche soñó con ese hombre rudo que le prometía un placer infinito y desconocido para él.Ya sólo existía un objetivo en su vida: follar con la encarnación de los malvados del cuadro de la iglesia. Y le daba exactamente igual si se lo había enviado el cielo o el infierno.Toño había terminado las clases en la escuela pública, que por entonces se decía del ayuntamiento. Sus padres se pasaban el día discutiendo si debían de ponerle a trabajar o darle la oportunidad de que estudiase algo más.Monsen Camilo, tras la petición de consejo de la madre, intervino en la discusión:-El chico, aunque es un trasto, tiene inteligencia para los libros. Si estuviese en vuestro lugar, probaría a que estudiase con beca; de esa manera no tendríais gastos de materiales ni de matrícula, sólo mantenerlo. Y en los veranos y vacaciones siempre puede trabajar.Esto último es lo que más gustó al padre de Toño, un hombre pluriempleado que por las mañanas ejercía de conserje en el ayuntamiento y por las tardes recorría casas cobrando seguros funerarios.Cuando le dieron la noticia, Toño se alegró porque iba a ser el único de la clase que continuaría estudiando y eso le confería un status entre los amigotes del barrio. Pero a quien se moría de ganas por contárselo era al inquilino de doña Engracia.Lo esperó esa tarde en las escaleras como siempre hacía. A las siete escuchó los pasos que ya le eran absolutamente familiares.-¿Qué pasa, mocoso? Hace días que no te veo el pelo.En efecto, Toño no había dado señales de vida y el inquilino se estaba acostumbrando a las felaciones del chico.-Estuve ocupado con el final de curso.-¿Y cómo te ha ido? ¿Ya sabes de cuentas como un banquero?-Mis padres quieren que siga estudiando. Me llevarán a un instituto.-Eso está muy bien, chavalín. Deberíamos de celebrarlo? en la bodega ?añadió bajando la voz- ¿Quieres?El hombre caminaba detrás de Toño. Aprovechaba el trayecto para observar las piernas desnudas del chico, y sobre todo el trasero que se le marcaba con los pantaloncitos cortos que ya le quedaban algo justos pues el zagal estaba dando un buen estirón y abandonando definitivamente la constitución de un niño.Se pararon en el sitio habitual y Toño de inmediato se arrodilló frente al hombre, le sacó el crecido miembro y se lo metió en la boca sin que le tuvieran que dar ni una sola instrucción.-Te has aficionado ¿eh?- le decía el hombre mientras le acariciaba los cabellos pajizos.-Ven, ponte de pie y bájate los pantalones.El chico cumplió las órdenes sin rechistar.-Te está creciendo el pito; y ya se te ven pelos en los huevos ?y se los acariciaba- ¿Te hago un regalo por lo de tus estudios?-Lo que usted quiera.El inquilino de doña Engracia se agachó y se metió el miembro de Toño en la boca. Jugueteaba con él mientras le deslizaba los dedos hasta el culo.El muchacho sudaba con lo que sentía.-¿Te gusta, chavalín?-Sí.El hombre le dio la vuelta, le inclinó el tronco y descubrió lo que se escondía en medio de las nalgas del mocoso.Toño notó primero el contacto de la áspera barba y después la tibieza de una lengua repasando la entrada de su culo. La lengua traspasó la frontera del esfínter y se le coló en el interior. Una nueva sensación le maravillaba en esa tarde de principios de verano. Se hubiera estado horas así. Sin ser consciente, empezó a gemir de placer.-¿Te da gusto, chavalín?-Mucho.El inquilino se puso en pie y le colocó su buen pedazo de verga contra el canalillo que separaba esas nalgas en plena formación y que prometían un futuro trasero de verdadero vicio. La rozó contra la piel ensalivada y tuvo que reprimirse mucho para no partirle el virginal culo allí mismo.Acabó por colocársela entre los muslos y soltando toda la leche que acumulaba en los huevos contra las manos del muchacho que las había colocado allí a la espera de recoger la lefa que tanto le fascinaba.Toño se extendió la tibia lechada por el sexo. El inquilino, encantado con el gesto, le hizo un lento y delicioso pajote mientras le besaba.Acabó por escupir de su rabito en desarrollo un flujo cristalino con los primeros apuntes de espermatozoides.-¿Cuándo follaremos? ?preguntó el chico con la respiración aún agitada por el orgasmo.-Pronto, muy pronto. Ya verás cuánto te gusta.A los pocos días, Toño fue llamado por su padre.-Te vienes conmigo. Te he conseguido un trabajo.Toño, que tenía en mente pasar ese día jugando al fútbol con los otros chicos del barrio, siguió a su padre hasta una tienda de ultramarinos situada en una calle cercana al ayuntamiento. La tienda, de nombre Casa Esteruelas, tenía cierta fama de exquisita; y su clientela, de selecta.-Te encargarás de llevar los recados a las casas y de otros asuntos del almacén. Estarás a las órdenes de Pascual ?le dijo el dueño de la tienda, un cincuentón con peluquín y modales de apariencia distinguida aprendidos en los años de trato con la burguesía a la que se encargaba de surtir con sus delicatessen de precio disparatado.El tal Pascual era un joven con cara de mala leche que le miró con la misma expresión que un perro de presa a un intruso en sus dominios.-Pues no se hable más ?concluyó el dueño frotándose las manos- Mañana te esperamos a las nueve en punto.El trajín a que sometían en la tienda a Toño era de tal calibre que cuando regresaba por las tardes a casa, ya pasadas las nueve de la noche, sólo deseaba cenar y meterse en la cama a descansar.Se olvidó de sus amigotes del barrio, de que en el otoño comenzaría en el instituto y hasta del sexo. Y por supuesto, de sus ganas de follar.La madre lo veía tan fatigado que hasta habló con el padre.-Lo están matando en esa tienda.-Quiero que aprenda lo que cuesta ganar el sustento.-Será el más sabio del cementerio a este paso.-Sobrevivirá. Como yo sobreviví. Como todos sobrevivimos. Y el dinero nos viene bien.Tras un mes de trabajo, el cuerpo de Toño parecía otro. Le había empezado a salir un bozo del mismo color que los pajizos cabellos. Sus piernas, de tanto ir y venir con la cesta de los recados se habían fortalecido y su trasero estaba más que consolidado. En el pecho también le asomaba el vello, y los huevos se rodearon de una buena mata de pelo adensada casi de la noche a la mañana. Hasta la voz había dejado de tener ese ambiguo timbre que le caracterizaba hasta entonces y se le había oscurecido.Cuando el inquilino de doña Engracia lo interceptó por la calle una mañana de un sábado de finales de julio, le pareció que no era el mismo.-¿Eres tú?-Sí, soy yo.-Ya no se te ve.-Siempre estoy trabajando ?dijo Toño quejumbroso mientras dejaba en el suelo la cesta repleta de envoltorios, envasados y una caja de galletas surtidas.-Eso está bien. Así te harás un buen mozo.La cercanía del inquilino y su masculinidad cálida despertaron en el mozalbete un deseo que desde que comenzase en la tienda se había escondido.-Me ha costado dar contigo. Pensaba que ya no querías verme.-Ya ve que no es que no quiera verle.-Me doy cuenta. Y me alegro ?dijo revolviéndole los cabellos pajizos- ¿Trabajas esta tarde?-No. Como los ricos se van de veraneo, el dueño cierra los sábados por la tarde.-La señora Engracia se ha marchado a visitar a una hermana suya que está enferma y no volverá hasta mañana. ¿Quieres que pasemos un rato juntos?Toño tuvo una erección inmediata. Le hubiera gustado mandar a paseo la cesta con el mandado y seguirlo para pasar con él todo el día desde ese mismo instante.-Vale ?contestó.-Sobre las siete, llamas a la puerta con los nudillos. Yo estaré atento.-Así lo haré.Comió con el buen apetito que le caracterizaba desde que empezó en su eventual oficio de chico de los recados. Estaba excitado con la cita de la tarde y no dijo nada durante la comida.-¿Te vienes esta tarde con papá y conmigo a casa de la tía Petra? ?le preguntó su madre con cariño pues desde que trabajaba lo mimaba aún más para disgusto de sus hermanos.-Había pensado bajar a la plaza y estar un rato con mis amigos.-Bueno, vale ?condescendió la madre antes de que el padre pusiera reparos.Durmió una buena siesta de la que despertó cuando su madre entró en la habitación para avisarle de que se marchaba con el padre de visita donde la tía Petra. A Toño le costó centrarse. Poco a poco tomó conciencia de dónde estaba, qué día era y, lo más importante, la cita que tenía en menos de una hora.Se encerró en el baño, se lavó a fondo y se miró en el espejo: tenía la nariz y las mejillas salpicadas de acné. Cogió la maquinilla de su padre y se repasó la pelusa que le cercaba los labios sonrosados y tiernos que en breves minutos serían pasto de la boca del inquilino.Se le puso tiesa.Tuvo la tentación de sacudirse una buena paja, pero los golpes en la puerta del baño de su hermana, la peluquera, urgiéndole a salir, le impidieron llevar a cabo su deseo.Y por fin dieron las siete.Toño lanzó un ?me voy? que no respondió nadie de la casa. Cerró tras de sí la puerta y descendió con sigilo el tramo de escaleras que separaba la vivienda de su familia de la de doña Engracia. Cuando ya estaba en el rellano escuchó pasos que subían y voces: eran los vecinos del cuarto. Hizo como que se ataba un cordón de las zapatillas. Los vecinos le saludaron y él devolvió el saludo.-¡Coño,cómo estás creciendo! ?le dijeron.Toño sonrió.Cuando los pasos se alejaron, golpeó con los nudillos en la puerta de la casa de doña Engracia. A los pocos segundos la puerta se abrió discretamente. El inquilino estaba en camiseta de tirantes.-Pasa ?le dijo con voz queda. Y se aseguró antes de cerrar que nadie estaba fisgoneando.-Estás muy cambiao. En un mes has crecido, tienes más cuerpo?El hombre se pasaba una mano por la barba que a pesar de haberla afeitado esa mañana ya se veía oscurecida.-¿Ya no quiere que pasemos un rato juntos?-¿Quién ha dicho eso? Anda, ven.El inquilino lo atrajo hacia sí y le dio un beso en los labios. Fue un beso tímido, como de prueba. Después apretó sus caderas contra las de Toño y le hizo sentir su erección a la vez que notó la del chico.-¿Vamos a la cama?El muchacho asintió y el hombre le condujo por un largo pasillo, idéntico al de su casa, hasta lo que en la suya era el cuarto de la plancha y que doña Engracia dedicaba a rentar: una alcoba con un ventanuco que daba al mismo pasillo.El inquilino tenía encendida una lámpara de luz mortecina sobre la vetusta mesilla de los tiempos de la guerra, si no anterior.Había en la habitación un olor a sudor rancio por la falta de ventilación. Pero a Toño no le importó.El inquilino le quitó la camisa de manga corta que llevaba y descubrió la incipiente vellosidad en el pecho del muchacho.-Te estás haciendo un hombre ?le dijo tirando suavemente de ellos.Toño agachó la mirada un poco avergonzado.Después le desabrochó los pantalones que ya no eran cortos sino largos, como los adultos; fueron de uno de sus hermanos y su madre se los había arreglado para que los aprovechase por lo menos durante ese año.Al bajárselos, afloró su erección aún cubierta por el calzoncillo Ocean.-¡Joder! ?exclamó el hombre- ¿Qué ha pasao aquí? Este pito no es el que tenías antes. ¿Qué has hecho?-Nada.-¿Cómo que nada? ¡Si te mide el doble! ?decía mientras se lo sacaba de los calzoncillos--¿Y todo este pelo? ?insistió tirando de la mata que rodeaba los cojones del chico.-¡Cómo te estás poniendo, chavalín!Y entonces le tomó de las mejillas y le dio un beso con fuerza apretando contra sí la desnuda anatomía del excitadísimo Toño.Este metió las manos por debajo de la camiseta y tocó las fuertes espaldas del inquilino. Su erección se potenció aún más.-Echate en la cama, mocoso.Obedeció.Ya tumbado, a la mortecina luz de la lámpara observó cómo su hombre se quitaba la camiseta, se deleitó en la visión de ese cuerpo de musculatura marcada por la costumbre del trabajo con fuerza; lo comparó con los cuerpos de los ?malos? del cuadro de la iglesia; encontró que el cuerpo del inquilino era sin lugar a dudas superior a los que estaban retratados. No le importaba que fuese feo, es más, le atraía sobremanera que lo fuera.El inquilino se quitó de un golpe los pantalones y los calzoncillos por lo que su polla bien tiesa y vibrante se presentó de golpe ante la mirada deseosa del chico.Le encantaba el contraste del moreno de los brazos, cuello y parte del pecho con la blancura del resto de la piel. Sin poder contenerse le tomó del rabo y se lo acarició. A la punta del glande asomaron gotas brillantes.-Venga, chavalín, dame gusto como tú sabes.Toño se aproximó la fuerte a la boca y le pasó la lengua por la punta tomando las gotitas.-¿Te gusta?-Sí.-Vamos, cómetela, que me tienes que ya no sabía qué hacer para verte otra vez.El chico abrió la boca y se tragó el palpitante miembro.El inquilino bufó de placer.Le follaba hasta la garganta con cuidado. No quería que sufriera sino que disfrutara pues verle tan entregado era aún más placentero que el propio sexo.Tuvo que sacársela de la boca precipitadamente porque estaba a punto de eyacular.-Me gusta tanto lo que me haces que casi me corro en tu boca.-¿Y eso es malo?El inquilino se le quedó mirando.-¿Quieres que me corra en tu boca, chavalín?-Si le da gusto...El hombre no pudo contenerse y se le tumbó encima buscando sus rosados labios para besarlos. Lo tenía abrazado, sentía el suave contacto de su piel fresca. Le tomaba del cabello para mirarle una y otra vez y cerciorarse de que el chico no era una ilusión.Con su boca rodeada de una barba áspera, bajó desde la barbilla del muchacho hasta su pecho donde encontró unos apetitosos pezones que succionó con deleite; después continuó hasta la crecida polla del chico.-Métete mi nabo en la boca ?le ordenó.El chaval cumplió con la demanda.El inquilino siguió por la entrepierna del adolescente y le separó las nalgas.-¡Ah, rey, este culo va a ser mío! ?y sumergió su lengua en la retaguardia del obediente chico.Este jugaba con la venosa verga del hombre sumido en un gran deleite, pues la lengua, los labios y los dedos del inquilino habían dilatado su trasero y otorgándole un bienestar que le tenía en éxtasis.Los minutos transcurrían en ese juego y ninguno de los dos deseaba su final.Pero Toño no pudo contenerse a causa del roce de su pito con el velludo pecho del inquilino además de por todo lo que le hacía en el culo, y se corrió.El hombre se dejó ir llenándole la boca con su tibia lefada.-Toda para ti, chavalín ?dijo con la voz endulzada por el placer.El hombre miró a Toño con ojos brillantes. A éste, tanto juego bucal con el soberbio pijo del adulto, le había abultado los labios en los que brillaban restos de esperma.-¿Te lo has tragao?-Sí ?contestó el chico con una sonrisa.El inquilino le besó. El sabor de su propio semen mezclado con la saliva del adolescente le llenó de excitación.-No sé si ha sido Dios o el diablo quien te ha puesto en mi camino; pero me da igual. Gracias al que haya sido.-El diablo, seguro.El inquilino soltó una gran carcajada y sus músculos se contrajeron. Toño se los acarició fascinado.-¿Te gusto? ?le preguntó el hombre.-Mucho.-¿Quieres una coca-cola?-Bueno.Volvió con una botella de refresco ya abierta y un botellín de cerveza.-¿Igual preferías una cerveza?-Mis padres no me dejan.El hombre se la dio y se sentó sobre la cama a su lado pasándole un brazo por los hombros.-Tengo un hermano que tiene tus años. El más pequeño.-¿Va al instituto?-¿Ese? ¡Quiá! Ese, de estudiar, na de na. Le gusta mucho la fiesta. Mi padre se ha hartao y ya lo lleva con él al campo. Pero yo le quiero mucho. No sé si demasiao.-¿Qué años tienes? ¿Cuarenta?-¡Zagal! Ya sé que estoy castigao pero te has pasao.-¿Cuántos tienes?-Si nací en el cuarenta?-Tienes treinta.-Menos dos meses.-¿Y ya hemos follado?-preguntó el chico a bocajarro.El hombre fijó sus ojos oscuros en el rostro salpicado de acné de Toño.-¿Quieres que follemos?-Usted dijo?-No me trates de usted ?le ordenó pellizcándole una mejilla.-Tú dijiste?-Te he follao la boca?-¿Y eso es follar?El hombre, tras beberse prácticamente de un trago la cerveza, depositó el botellín de sobre la vetusta mesilla y se volvió hacia él:-Follar duele.Toño tragó saliva. El rostro del inquilino había adquirido matices sombríos que le acercaban aún más a las caras de los martirizadores del cuadro de la iglesia.-¿Y duele mucho?Las manos del inquilino hurgaron en la entrepierna del ?chavalín? en dirección a su esfínter.La verga del inquilino hinchada de nuevo con la naturaleza de la conversación, descansaba sobre uno de sus recios muslos.Toño se la cogió. Adoraba sentir ese miembro erecto entre sus manos.-¿Quieres que te la meta?-¿Da gusto?El inquilino le introdujo los dedos.-¿Te gusta esto?El muchacho no respondió. Pero su pito enhiesto respondía por él.El hombre le dio la vuelta, le tomó de las caderas y le puso el culo en pompa. Con su lengua jugó otra vez en el ojete del chico que se dejaba hacer sin oponer la menor resistencia.Tras el prolongado beso negro, con el trasero bien ensalivado, le colocó la venosa verga a las puertas. Escupió más saliva para aumentar la lubricación y poco a poco, empujó.Toño creyó que le iba a partir por la mitad. Contrajo su cuerpo entero.-Aguanta ?le pidió.-Duele ?se quejó.Toño quiso apartarse pero le puso una de sus fuertes manos en el pescuezo inmovilizándole.-Ya te lo dije. Pero aguanta ?le insistió imperativo.El adolescente no tuvo más remedio que prepararse para soportar lo que viniera.-Luego te gustará, ya verás ?le animó.El chaval notaba un tremendo escozor en el culo mientras perdía la virginidad. Mordía la almohada para no gritar.La dura verga traspasó la resistencia del esfínter y empujó hasta que toda la longitud de su verga se coló hasta lo más recóndito de las entrañas del chico.-Ya está dentro ?dijo tumbándose sobre las espaldas de Toño- Vamos a esperar a que te acostumbres.El chaval se estremecía por el daño. El inquilino le prodigaba toda suerte de caricias para tranquilizarle en el penoso trance.-¿Esto es follar? ?quiso saber compungido.-Tranquilo; confía en mí, chavalín.El inquilino le buscó la boca y se la comió a besos con la mayor de los deseos.El tiempo fue jugando a favor de Toño. El dolor inicial aminoró. Y la pasión de los besos que recibía se le terminó contagiando hasta que acabó por responder a ellos con idéntico si no mayor ardor.Su polla, que en el proceso de desvirgamiento había permanecido tristemente encogida, recuperó el ánimo y se mostraba de nuevo ávida de sensaciones.El hombre lo aprisionó entre sus brazos y lo arrastró consigo hasta que la espalda del muchacho descansó sobre su pecho y vientre sin sacársela en ningún momento. Le agarró el pito y se la acarició sin cesar de besarle.Para Toño, el calor que le ascendía desde las invadidas entrañas hasta la punta del glande, era una sensación sobrecogedora.-Ahora sí que estamos follando, rey. Y voy a hacer que te lo pases tan bien que querrás que te folle a todas horas.Y a renglón seguido bombeó con las caderas contra el culo del muchacho. El terso cipote se deslizaba por el interior de un Toño al borde del llanto a causa de la catarata de emociones por la que estaba transitando.-Por favor?-suplicaba.-¿Qué?-No sé qué me pasa.Y es que de su tierno e inexperto glande se escapaban pequeños grumos blanquecinos.-Cabrón, te estás corriendo ?dijo el hombre entusiasmado con lo que veía.Y redobló el ímpetu de sus enculadas.-Esto es follar -le dijo al oído- ¿Te gusta?Toño no contestó; solo volvió su cara buscando los labios de ese hombre feo, pero secretamente hermoso, con quien hacía realidad sus más profundos deseos.-Me voy a correr ?dijo el inquilino en tono casi de delirio- Córrete conmigo, chavalín.Y le tomó de la polla con la mano ensalivada pajeándole despacio.Toño respiraba agitadamente entre los brazos de su ?torturador? sobrepasado por la potencia del orgasmo que le sobrevenía.-¡Oh, rey, toma toda mi leche, tómala, tómala! ?explotó el inquilino.Los dos se fundieron en un beso de tintes caníbales mientras el orgasmo les recorría cada célula de sus cuerpos.Quedaron exhaustos esa tarde de finales del caluroso julio, en la alcoba sin ventilación de la casa de doña Engracia que correspondía al cuarto de la plancha de la casa de la familia de Toño.Toño despertó la mañana del domingo en su cama. Y lo primero que pensó fue que ojalá estuviese a su lado el inquilino de doña Engracia para repetir lo de la tarde anterior.Su madre entró en el cuarto y le apremió a levantarse.-Ven conmigo a misa ?le dijo mientras recogía del suelo la muda sucia para lavar.-¿No me puedo quedar un rato más en la cama?-¿Tú también vas a terminar como tus hermanos, que ya no cumplen con los mandamientos así les caiga un rayo?-Está bien ?se resignó Toño.La madre examinó los calzoncillos del chico y descubrió espantada una mancha de sangre.-¿Y esta sangre? ?dijo alarmada.Toño se puso de todos los colores.-¿Qué te ha pasado?-Me duele cuando voy al baño ?se apresuró a contestar.-¿Tienes hemorroides?Toño afirmó rápidamente con la cabeza.-Me daba vergüenza decirlo.-¡Ay, qué niño! Ahora mismo nos vamos a una farmacia y compramos una pomada. No tienes que avergonzarte. El abuelo las tuvo y gracias a un ungüento que le recetaron, se le curaron. Así que levántate que hay cosas que hacer.De esta manera, sin sospecharlo, la madre de Toño colaboró en solucionar los desagradables efectos secundarios del sexo anal que su hijo había empezado a practicar.Tras la visita a la farmacia de guardia más próxima y hacerse con el consabido ungüento, acudieron a misa a la parroquia. Ofrendaba monsen Camilo. Se pusieron en el ala derecha, justo al lado del cuadro donde el anciano santo de entrenada musculatura era martirizado por ese par de malvados paganos de atlético físico y rostros diabólicos. El que permanecía más erguido de los dos con un mazo en las manos y dispuesto a golpear la enorme cabeza del clavo que su secuaz sujetaba sobre una de las manos del indefenso santo, era el más parecido al inquilino de doña Engracia. Toño se pasó toda la ceremonia recreándose en su imagen y en los recuerdos de la tarde anterior.No lo pudo evitar: al volver a casa, se encerró en el baño y se la cascó.También se la cascó esa misma noche antes de dormirse, la mañana del lunes antes de levantarse y la noche del lunes antes de conciliar el sueño.Por lo demás, el ungüento parecía efectivo y el dolor que sentía al defecar se suavizó de manera considerable.El martes por la tarde, hacia las siete, cuando volvía a la tienda después de entregar el último mandado, le salió al paso el hombre que ocupaba todos sus pensamientos.La piel entera se le erizó al verlo.-Hola, chavalín ?le saludó el inquilino calibrando la respuesta del adolescente.-Hola ?respondió Toño sonriendo.-¿Cómo estás?-Bien.-¿Bien del todo?-Bueno ?carraspeó el chico dejando la cesta vacía en el suelo- Me duele un poco el culo.Al inquilino se le ensombreció el rostro.-¿Te arrepientes de lo que hicimos? ?preguntó decepcionado.Toño meneó la cabeza en gesto negativo y añadió:-Sólo pienso en repetirlo.La cara del hombre cambió por completo, como si acabara de salir el sol en sus sentimientos. No pudo evitar darle una cariñosa palmada en una de las sonrosadas mejillas.A Toño se le puso tiesa de inmediato.-¿A qué hora terminas? ?se interesó el inquilino.-Pronto. No hay ningún recado más. Así que lo que tardemos en ordenar el almacén.El hombre miró a izquierda y derecha para asegurarse de que nadie les escuchaba:-Sólo de verte ya se me ha puesto dura.Se metió la mano en uno de los bolsillos del pantalón al objeto de estirar la tela y que el chico viese el crecido bulto.-También a mí ?e imitó el gesto del adulto.El inquilino se mordió los labios suspirando.-Anda y ve a tu trabajo. Te espero.-Vale.El muchacho entró en el almacén aledaño a la tienda de ultramarinos. Pascual, el joven encargado que trataba al chico de manera despótica, le puso una escoba en las manos nada más llegar.-Ya sabes lo que te toca.Toño le miró sin disimular su odio pero se puso a la faena.-¿Quién es ese con el que hablabas?El chaval volvió el rostro hacia Pascual con evidente alarma. Se encontró con la mirada ávida e inquisitiva del joven.-A ti que te importa ?respondió sin pensar.De inmediato Pascual captó los nervios del adolescente y supo que allí existía un secreto.-Cuidadito con la manera de dirigirte a mí, ratita presumida ? le advirtió arreándole un coscorrón.Toño quiso devolverle el golpe con el mango de la escoba, pero Pascual se la quitó de las manos y le tomó del pelo con saña arreándole al tiempo un sonoro bofetón.El chico se lanzó contra él y se enzarzaron en una desigual pelea.En la disputa derribaron varios frascos de conservas que se estrellaron contra el suelo desparramando su contenido de atún escabechado.El dueño de la tienda acudió al escuchar el jaleo.Los separó con tan mala suerte que en el forcejeo, Toño le dio un manotazo en la cabeza y le descolocó el peluquín.-¿Qué está pasando aquí? ?dijo mientras se colocaba precariamente el postizo.-Le he mandado que escobase y se ha negado ?se apresuró a acusar Pascual.-¡No es cierto! ?quiso defenderse el adolescente.-Aquí dentro se hace lo que Pascual te ordene. Y si no te gusta, te vas por la puerta. Ya hablaré con tu padre sobre lo que acaba de pasar.El dueño descubrió horrorizado los botes rotos.-Esto ?dijo señalando el destrozo- te lo descontaré del sueldo.Pascual sonrió encantado con la decisión del dueño.Toño abandonó el almacén mucho más tarde de lo previsto. Cuando se reunió con el inquilino tenía los ojos arrasados en lágrimas.-¿Qué ha pasao, chavalín?Toño le contó el suceso.-¿Dónde está ese Pascual?-Coge el tranvía en la parada de la esquina para regresar a su casa.El inquilino echó a caminar con el chico detrás. Llegaron a la parada.-¿Es ése? ?preguntó señalando al joven encargado que esperaba distraídamente a su transporte.Toño asintió.-Te gusta mucho putear a los que son más débiles que tú, por lo que me han dicho.Pascual se quedó de una pieza al principio, pero reaccionó con nerviosa chulería al momento.-¿Me hablas a mí, pueblerino?El puño del inquilino salió disparado con tal velocidad que Pascual ni lo vio llegar. Su nariz sufrió el golpe; le manó sangre.-Tócale un pelo y te patearé los huevos hasta reventártelos, hijoputa.El tranvía llegó y Pascual quiso montarse, pero el inquilino le cogió de un brazo y le impidió subirse.-¿Ánde vas, mal nacido? Aún no he terminao contigo.El conductor del tranvía, viendo el lío, arrancó apresuradamente.-Al chaval le quieren hacer pagar lo que se ha roto. ¿A que no lo va a pagar? ¿A que lo vas a pagar tú? ¡Contesta, mal nacido!Pascual dio el sí con la cabeza.No satisfecho con la rápida claudicación del joven encargado, el inquilino le tomó del cuello de la camisa y le arreó un rodillazo en sus partes.-Así tratamos en mi pueblo a los mierdas como tú, por muy de capital que sean.El inquilino cogió a Toño por los hombros y ambos se alejaron del lugar bajo la mirada atenta de los transeúntes que habían visto la escena sin atreverse a intervenir.El hombre y el chico se refugiaron en la bodega de la casa. Ya eran más de las nueve y Toño hacía rato que debería de estar en casa.En esas profundidades, al abrigo de miradas ajenas e intolerantes, Toño desabrochó la camisa del hombre que le había defendido del avasallador Pascual. Con las manos acarició los pectorales cubiertos de vello. Sus labios atraparon los oscuros pezones succionándolos con fuerza.El inquilino se mostró complacido.-Cuanto placer me das, chavalín.-Tú a mí también.-¿De verdad? ¿Tanto te gusto?Toño sólo lo miraba con la boca encendida de deseo.El hombre le dio un ardiente y prolongado beso.-Si estuviéramos en mi pueblo te llevaría a un lugar que me sé para follarte toda la noche.Toño le devolvió el beso con todas sus fuerzas.El hombre le bajó los pantalones y le buscó la entrada del culo.-Sólo pienso en metértela ?le dijo.Toño se apresuró a desabotonarle la bragueta y liberarle la palpitante polla.-Está mojada.-Porque le gustas, chavalín; le gustas mucho.El inquilino le dio la media vuelta colocándole de cara a la polvorienta pared y encajó su caliente verga entre las piernas. Toño respiraba agitado por las emociones.La polla del hombre se deslizaba contra el perineo del chico que poco a poco abrió las piernas permitiendo que el duro miembro acabara a la entrada de su culo.El inquilino empujó y penetró sin el menor problema dentro del muchacho pues el ungüento que se aplicaba para las presuntas hemorroides, le mantenía lubricado.-¡Joder, chavalín, qué bien se te clava!De nuevo Toño sintió que la invasión de sus entrañas le llenaba de un gozo insuperable por ninguna otra sensación experimentada hasta entonces.El hombre se la hincaba alternando ritmos pausados con momentos de velocidad extrema. Tan pronto le besaba como le mordía en el cuello.-Me vuelves loco, criatura.Toño comenzó a correrse a su pesar, porque hubiera deseado continuar así por horas.El inquilino le vació cuanto sus huevos contenían estrujándole contra sí hasta dejarle sin respiración. -¡Eres tan guapo, rubiales, y esta piel que da gozo tocar?! ?dijo el obrero con la respiración aún entrecortada por el esfuerzo y sin acabar de sacársela del culo.Toño se apretaba contra el cuerpo de definidos y curtidos músculos del trabajador, buscaba el roce de su dura barba, la calidez de su abrazo, el contacto firme de sus manos encallecidas.-¿Qué me das? ?le preguntaba el hombre forzándole el rostro para encontrar sus ojos.Toño no contestó. Aunque en el pecho le latían sentimientos que no sabía cómo volcar en palabras. Sólo tomaba las manos de ese hombre tosco, feo y protector para sentirse por ellas atrapado, felizmente atrapado.Al día siguiente Pascual ni le dirigió la palabra. No hubo órdenes fuera de lugar, no hubo humillaciones de ninguna clase y la jornada matinal se desarrolló en un ambiente tenso pero sin incidentes.Sólo hubo un hecho reseñable y es que Pascual solicitó permiso al dueño de la tienda para ausentarse una hora y durante ella Toño fue el dueño absoluto del lugar asumiendo toda la responsabilidad. No se amedrentó ante el reto y cumplió con esmero con cuanto se le pidió desde la tienda. Volvió a casa al mediodía para comer. Saludó a la familia que ya estaba sentada a la mesa y se dispuso a servirse de las deliciosas lentejas que su madre había cocinado.-¿Quién es el hombre que te va a buscar al trabajo?La pregunta del cabeza de familia provocó un silencio agobiante.El rostro de Toño adquirió un tono escarlata.-Contesta ?insistió el padre.La madre trataba de ocultar su desazón consumiendo con avidez un trozo de pan.Los hermanos no levantaban la vista de los platos.-Es el inquilino de doña Engracia.-¿Y qué tienes que ver tú con ese individuo? ?presionó el padre.Toño empezó a comprender la causa de que Pascual hubiese pedido permiso esa mañana en el trabajo.-Me defendió de Pascual, el encargado del almacén de la tienda.La noticia, por novedosa, desencadenó una serie de miradas inquietas entre los miembros de la familia.-¿Cómo que te defendió? ?quiso saber la madre.Toño contó el incidente de la pelea, los frascos de conservas rotos y las consecuencias para su salario.-A la salida del trabajo, me lo encontré porque él también trabaja cerca ?se explicó el adolescente- Nos caemos bien; también le gusta el fútbol y dice que le recuerdo a su hermano.-¿Ves cómo había una explicación a todo lo que te han contado? ?casi le gritó la madre al cabeza de familia, cuyo rostro empezaba a presentar signos de desconcierto.-Me vio tan mal que me preguntó qué me ocurría ?prosiguió Toño- Cuando lo supo, se fue derecho a la parada del tranvía y le partió las narices a Pascual.-¿Y no sabes contarme nada a mí, que soy tu padre?-¿Y qué caso me hubieras hecho? Seguro que hubieras pensado que me lo estaba inventando para no ir a trabajar.-Y ahora ¿qué? ?intervino la madre- ¿Vas a insistir en que Toñó continúe en ese sitio donde han estado abusando de él además de humillarle? Eso sin contar con los chismes con los que te ha ido ese hijo de Satanás y de quien te has creído todo. Porque siempre haces lo mismo, crees antes a los de fuera que a los de casa.Lo que en un principio asomaba en el horizonte como un huracán de consecuencias devastadoras para el adolescente terminó en un severo ajuste de cuentas familiar donde el cabeza de familia recibió toda suerte de reproches por parte de su esposa. Y la decisión irrevocable de que Toño no regresaría al almacén. Además la madre juró que se personaría por la tarde en la tienda para hablar con el dueño de la misma y dejarle bien claro la clase de empleado que tenía como responsable del almacén.-Y que lo despidan si es menester ?zanjó.El viernes por la tarde, hacia las seis, ya al borde del final de la jornada, el capataz de la obra del edificio que sería sede de las oficinas centrales de un banco, se acercó al inquilino de doña Engracia que estaba amasando una última colada de cemento para los enlucidos.-Un chico que dice que es primo tuyo te espera abajo.-¡Ah, sí! Le dije que pasara a buscarme. Es hijo de una prima de mis padres. ¿Le importa a usted que suba?-¡Qué me va a importar! Y termina esa masa y déjalo ya.-No se preocupe por mí, que no tengo prisa.Toño, que era el supuesto primo, recibió del encargado las indicaciones de cómo llegar hasta donde el inquilino trabajaba.El adolescente se internó en el edificio en construcción. Los albañiles ya se despedían o se estaban lavando en las tomas de agua provisionales.-¡Niño, ánde vienes por aquí, que te vas a manchar! ?le dijo uno ya veterano al verlo pasar. Toño se sonrió por el comentario con la misma picardía que si le hubieran lanzado un piropo.Por fin dio con el inquilino. No llevaba camiseta. Hacía demasiado calor en esa tarde de agosto y la portaba colgada de un lateral de la cintura del pantalón. La piel le brillaba con el sudor y aquí y allá se veían salpicaduras de yeso o cemento. La sombra de la barba sobre su rostro ?feo? le confería un aire de rudeza extremo y remarcaba su masculinidad casi visceral.Al ver al muchacho apoyó la pala en el suelo y descansó su cuerpo sobre el mango de ésta.-¿Me traes bebida fresca? ?dijo a Toño con el semblante recorrido por goterones de sudor.El muchacho sacó de una bolsa de tela una botella de cerveza de litro y se la pasó.Este le quitó la chapa dándole un golpe al cuello de la botella contra el mango de la pala y se bebió de un trago cerca de la mitad. Eructó.-¡Joder, me hacía falta! Gracias, chavalín.-¿Dónde vamos a ir? ?quiso saber el muchacho.El inquilino señaló al techo.-Arriba hay unos colchones.-Pero está lleno de gente trabajando.-En media hora aquí no queda ni Dios. Y ya le he dicho al capataz que hoy cerraba yo ?y sacó unas llaves del bolsillo. Toño, pese a la explicación miró alrededor con desconfianza.-Ayer hablé con tu madre en las escaleras de casa. Se hizo la encontradiza pero me estaba esperando..-¿De qué hablasteis? ?preguntó el adolescente con preocupación.-Me dio las gracias por defenderte del mierda ése del almacén. Pero pensé: tendría que ser yo quien le diera las gracias a ella por haber parido un chavalín tan guapo como tú.Los dos se miraron con deseo.-Me ha invitao el domingo a comer en tu casa ?añadió el inquilino quitándose algunas salpicaduras de yeso del vello del pecho- Voy a conocer a toda tu familia.-Pues no te envidio. Sobre todo por mi padre. Es un?Bueno, ya lo conocerás.Al rato, el capataz le dio una voz al r inquilino.-Que te quedas tú solo. Y que no te olvides de cortar el agua ?le dijo.-No se preocupe; lo dejaré todo bien cerrao.Tras despedirse del capataz, se volvió hacia Toño y le dijo:-Ya no queda nadie. Sígueme.Subieron por las rampas de hormigón que eran las bases de las futuras escaleras del edificio, hasta una de las plantas donde los trabajos ya estaban muy adelantados, con baldosas en los suelos y paredes en lucidas a las que sólo les quedaba la mano de pintura correspondiente. En una sala amplia, arrinconadas, se veían unas colchonetas,-Aquí subimos a dormir la siesta después del almuerzo ?dijo el inquilino echando otro buen trago de la botella de cerveza hasta apurarla.Se volvió hacia Toño y lo observó por unos segundos.-¿De verdad te gusto? Si soy un tío feo, inculto, basto?-Yo no veo eso. Yo veo a un hombre cariñoso y que me enseña muchas cosas.El hombre le tomó el rostro con sus manos sucias y encallecidas.-O sea, que aparte de gustarte?¿me quieres?Toño sintió cómo el corazón latirle a mil por hora y sin pensarlo, abrazó el cuerpo semidesnudo del inquilino, levantó la cabeza y encontró los labios del hombre besándolos con todas las ganas del mundo. La barba crecida le rozaba los suyos, el sabor a cerveza le llegaba a la garganta. Sus manos se asían casi con desesperación a la piel del obrero.-Esto es todo lo que puedo contestar ?dijo tras el prolongadísimo beso.-Me basta.El inquilino lo llevó de la mano hasta las colchonetas.-Vamos, chavalín, quítate la ropa.Toño obedeció desprendiéndose de la camisa de manga corta; siguió con los pantalones largos y después con los calzoncillos. Se quedó completamente desnudo salvo por una cadena de oro de la que colgaba una cruz y una medalla con la imagen de la Virgen.-Quítate todo ?insistió el inquilino señalando los símbolos religiosos.El muchacho le complació.Gozaba su cuerpo en desarrollo de una carnalidad atractiva. Las piernas ya aparecían cubiertas de un suave vello dorado. Los huevos le empezaban a colgar con pesadez de un escroto rodeado de una densa pelambrera que subía hasta el ombligo. Y en medio del pecho resurgía esa vellosidad dorada hasta la base misma de sus pezones de un leve tono rojizo. La polla, dura y pegada a la piel del vientre en lo que parecía un mástil blanquísimo con la punto rosada, le vibraba de excitación.El hombre le dio la vuelta para palparle los glúteos, sobresalientes y duros.-¡Joder! ?exclamó el obrero- Ni en mis mejores sueños imaginé que tendría a un chavalín tan guapo como tú como ahora te tengo.El inquilino se lanzó a recorrer con su boca la piel del muchacho. Lo devoraba con un salvaje entusiasmo. Tan pronto le comía el culo como le succionaba los pezones. En un instante besaba sus labios y al siguiente le lamía las axilas ya cubiertas de una densa pelusa.Lo cogió en vilo con sus fuertes brazos y lo tumbó en las colchonetas. Con el deseo escapándosele por cada poro, se deshizo de los pantalones y se quedó completamente desnudo.-Ya sé que huelo a choto después de todo el día currando, pero no me puedo esperar ?dijo.-Me gusta tu olor, y tu sabor. Todo me gusta de ti.Cubrió con su cuerpo el de Toño atacándole con un delirio de besos impacientes. Le puso su endurecido miembro en la boca y a su vez se comió de un golpe la del muchacho.Toño, dejó escapar de su boca la buena verga del hombre y jugueteó con sus huevos para, a continuación, hurgarle con la lengua en el culo.-No tienes que hacerlo si no quieres ?le interrumpió.-Quiero ?dijo el chico.Toño tenía la polla del hombre en la mano mientras le repasaba una y otra vez la entrada del esfínter con la lengua.Se sentía completamente trasportado con los juegos que el inquilino efectuaba sobre su pijo.-Para ?gritó- o me correré.Pero el hombre no frenó y Toño le soltó su leche en la boca.-Lo siento ?dijo avergonzado.-Me he tragao tu lefa, chavalín. Tú te tragaste la mía y yo me he tragao la tuya.Y le miraba como si acabara de ponerle en un dedo un anillo de compromiso.-Yo también quiero ?solicitó el muchacho.El inquilino le puso la polla en los labios. Pero Toño los mantenía cerrados.-¿Qué pasa? Abre la boca.Pero el chaval seguía con los labios apretados.El hombre le miró al principio desconcertado, pero de inmediato comprendió que el ?chavalín? quería jugar.Le presionó con una de sus encallecidas manos en las mejillas hasta que la mandíbula cedió y le introdujo la polla hasta los mismísimos cojones provocando arcadas en el adolescente.-¿Qué, no puedes con toda? Pues te aguantas.El inquilino le clavaba la verga sin la menor compasión. De los ojos del chico manaban lágrimas de ahogo.-Cuando acabe con tu puta boca te la voy a llenar en el culo de verga hasta que me harte ?le dijo separándole la cabeza tirándole del pelo.Y le volvió a meter su envidiable rabo en la boca hasta que le descargó toda la lefa.-No quiero ver que escupes ni una gota o te parto los morros.Toño obedeció y se tragó el esperma por completo. Incluso estuvo atento a que los restos que goteaban del glande una vez que la corrida se había consumado, no tuviesen otro destino que su boca.El inquilino se tumbó a su lado. Lo abrazó y le dio un fuerte beso.-No sé qué me das, cabrón, pero me tienes con el seso servido.-Tú también a mí.Se estuvieron acariciando con el calor de esa tarde de agosto empapando sus pieles.-Ni siquiera sé cómo te llamas ?dijo Toño.-Carmelo ?le contestó el inquilino - Como mi padre, y como mi abuelo, y como mi bisabuelo? y no sé si también como mi tatarabuelo. Pero nadie me llama por ese nombre.-¿Y cómo te llaman?-Chumbro.-¿Por qué?-Dicen que tengo su misma cara.-¿La misma cara que quién?-Que el chumbro. Es un diablo que está retratao en el pórtico de la ermita. Las madres asustan a sus hijos amenazándoles con que vendrá el chumbro y se los llevará si se portan mal. -Son idiotas por llamarte así.-Ya me he acostumbrao.-Para mí serás Carmelo. Cuéntame cosas de tu pueblo.El inquilino le describió cómo era su pueblo, cuántos habitantes tenía, de qué vivían?Mientras, Toño acariciaba el cuerpo del hombre. Rascaba una zona de piel manchada con cemento o liberaba de yeso la pilosidad que cubría su vientre. Sus caricias tuvieron la virtud de despertar de nuevo el deseo entre los dos.-¿Has traído la pomada que te das en el culo?Toño sacó el tubo de la bolsa de tela en la que transportaba la cerveza.El obrero tomó el tubo, lo desenroscó y tras apretarlo, depositó el contenido que se había escapado bajo la presión, de un color blanquecido, en el dedo índice de su mano derecha.El adolescente no perdía detalle de la maniobra. Su polla se había empalmado de nuevo.Carmelo le elevó las piernas hasta que las nalgas dejaron al descubierto el rugoso esfínter. Con el mencionado dedo jugueteó en él impregnándolo con la pomada. El muchacho se emocionó con el entrar y salir del dedo del hombre, que al poco fueron dos y, más tarde, tres.El obrero, con la verga gritando ?quiero follar?, se tumbó al lado de Toño, lo situó de costado y le colocó la punta de su herramienta más preciada a las puertas del trasero.No hizo falta ejercer una fuerza especial: al chico le entró con suma facilidad. El inquilino lo atrajo por completo contra su pecho para que ni un solo centímetro de su polla quedara fuera del muchacho.-¿Te gusta?-Sabes que sí ?respondió Toño con los ojos entornados.Carmelo le follaba sin prisas, sacándosela hasta que sólo la punta del glande le quedaba en el culo para después hincársela de nuevo hasta los huevos.-¡Ojalá nos pudiéramos quedar así hasta mañana! ?le susurraba el hombre al oído.-O para siempre.Los besos se sucedían. Toño buscaba los cojones de su amante para acariciárselos y sentirlos contra los suyos. Acariciaba los muslos recios y peludos del inquilino. Se sentía plenamente suyo y esa sensación le era tan gratificante como un orgasmo.-Machácatela mientras te follo ?le pidió el obrero- Quiero ver cómo te la meneas.Toño se tomó la polla entre las manos y se dio a masturbarse con morosidad. La polla de Carmelo, el chumbro, le taladraba cada vez con más fuerza.-¡Qué buen polvo estamos echando, chavalín!La voz del obrero, estremecida por el placer, añadió elementos de goce a todo cuanto el adolescente sentía.-Me corro ?dijo casi llorando.Le quitó las manos de la polla y fue él quien terminó de sacudirle el pajote.De la punta del cipote del chico saliÓ un disparo de semen que fue a parar contra las baldosas.-¡Joder, eso ha sido una corrida de hombre, chavalín! ?le dijo estremecido por el orgasmo que ya le asomaba en la voz. Y se entregó a las más contundentes enculadas contra las nalgas del adolescente derramándose en sus entrañas.Se quedaron abrazados sobre la colchoneta, prodigándose besos y caricias y quizás sintiendo lo afortunados que eran de haberse encontrado el uno al otro en esa sociedad represiva y difícil de 1970.La madre de Toño, ayudada por su hija, daba los últimos toques a la mesa. Eran ya casi las dos de la tarde y en breve llamaría a la puerta el inquilino de doña Engracia; lo había invitado a comer ese domingo como agradecimiento por defender a su hijo del despótico encargado del almacén. La casa olía a arroz caldoso, una especialidad que siempre era muy celebrada por la familia.Toño no paraba de nervios. Quería tener aspecto de adulto (ya se corría como tal, según le había dicho Carmelo el último día que estuvieron follando) pero todo lo que tenía en su armario era ropa de niño. Se coló en los cuartos de sus hermanos por si ellos le prestaban alguna ropa. Pero lo despidieron mofándose de él al grito de renacuajo mimado.Toño tuvo que resignarse a vestir como el adolescente que todavía era.La familia se sentó a la mesa y esperó a que llegara el invitado.Pero a las dos y cinco nadie había tocado a la puerta. Tampoco a las dos y diez ni a las dos y cuarto. Los hermanos de Toño comenzaron a protestar.-Talvez se le ha olvidado ?dijo la madre.-Si quieres, bajo a recordárselo ?propuso el benjamín de la casa.El padre, hojeaba el periódico local ajeno a cuanto ocurría. Se comportaba con ese estúpido aire distante desde que cedió ante su esposa sobre el trabajo de Toño.-Sí, baja ?aprobó la madre.Toño descendió las escaleras como un rayo y tocó en la puerta de doña Engracia.Abrió una mujer grande, de voz recia y que renqueaba de la pierna derecha por un reuma instalado en la rodilla.-Buenas tardes, doña Engracia. ¿Está su inquilino?-¡Ay, hijo, el pobre Carmelo ha tenido que volver con toda urgencia al pueblo! Se ha muerto su padre.Toño no podía creer lo que la vecina le comunicaba.-Dile a tu madre que me disculpe por no advertirla, pero a mi edad una no recuerda ni lo que ha hecho un minuto antes.Toño se reunió con la familia y dio la noticia.-¡Será bruja! ?se quejó la madre- Me lo podía haber dicho y me hubiera ahorrado tanta parafernalia en la mesa.Toño vio cómo la presencia del inquilino se liquidaba con la inmediata retirada de su plato. Los hermanos atacaron sin piedad el arroz y hasta el padre parecía satisfecho de que no hubiera invitado alguno a comer. -No ha querido decírmelo porque no la invité a ella ?proseguía la madre con su queja- ¡Si la conoceré bien!El pequeño de la casa se sintió repentinamente desganado. El arroz que su madre le sirvió en el plato le parecía el manjar menos apetitoso del mundo. Y la compañía de sus hermanos y padre, la menos deseable.-¿Qué te ocurre? ?le dijo su madre.-¿A nadie le pone triste que se haya muerto una persona?-Hijo, estaríamos listos si nos pusiéramos tristes cada vez que se muere alguien.Los hermanos se echaron a reír con la frase de la madre. Sus risas sumieron a Toño en un pesar aún mayor.Por un mes entero estuvo ?el chavalín? aguardando el regreso del inquilino de doña Engracia. Cada tarde se sentaba en las escaleras por si volvía.Pero Carmelo no apareció.Se armó de valor y llamó a la puerta de doña Engracia.Le abrió la mujer, que puso cara de disgusto al verle.-¿Qué quieres, niño?-Sabe algo de su inquilino.-¿Qué quieres que sepa? ?dijo con desagrado.-¿Va a volver?-No, niño, no volverá. Se tendrá que hacer cargo de las tierras del padre, ya que es el mayor. Pero ¿a ti qué te interesa tanto de ese hombre?Por un momento Toño estuvo a punto de confesarse con su vecina, de hablarle del vacío que sentía desde que el inquilino había desaparecido de su vida de la noche a la mañana.-Me caía bien ?dijo por fin.-Pues, hijo, cuánto lo siento. Aunque más lo siento por mí, que bien me venían las cien pesetas a la semana que me daba por la habitación.Toño comprendió que ya nunca más volvería a saber Carmelo, el inquilino de doña Engracia. Esa misma tarde se acercó a la iglesia parroquial y se sentó frente al cuadro del santo que sufría martirio a manos de los malvados paganos, encarnados en los dos atléticos torturadores. Alzó la vista y sus ojos se centraron en el rostro del que sujetaba el mazo.Como un vómito, rompió a llorar. Y repetía una y otra vez: vuelve, por favor.Pero las probabilidades de que las plegarias de un adolescente, que disfruta cuando es sodomizado por un adulto de casi treinta años, sean escuchadas en el reino de los cielos no son demasiadas, ni entonces ni ahora, para qué nos vamos a engañar.Así que Toño terminó por asumir que lo que él creyó para toda la eternidad, apenas había durado tres meses; y que el instituto y todas sus novedades, le esperaban?
06-29-2022, at 10:55 AM
Alýntý
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